LOS ESTADIOS DE LA VIDA EN LA CULTURA EUROPEA

 

Rudolph Glitz, MPhil (Cantab.), PhD (Oxon) 

Universidad de Amsterdam 

Conferencia dictada ante el Centro de Estudios Europeos 

Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra 

22 de octubre de 2019 

 

Muchas gracias, Carolina, por tu amable y detallada presentación y por tu extensa ayuda con mi español y tu oferta de traducir durante la sesión de preguntas y respuestas. Muchas gracias, también, a ti y al Vicerrector el doctor David Álvarez por darme una buena razón de venir a este país tan acogedor e impresionantemente hermoso. La República Dominicana ofrece un agradable contraste con las calles frías y lluviosas del Amsterdam otoñal. Pero todavía más importante, me siento profundamente honrado de poder compartir algunas de mis ideas en frente de un ilustre público aquí en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra. Estoy muy agradecido con todos ustedes – señoras, señores, compañeros estudiantes y eruditos colegas – por regalarme una hora de su precioso tiempo y atención.

 

Como la doctora Armenteros ya ha indicado, mi tema hoy deriva de mis investigaciones actuales sobre la dimensión cultural de la edad.Quisiera comenzar subrayando algunos pocos aspectos de lo que comúnmente llamamos los estadios de la vida. Estos pueden parecer bastante familiares pero sigue valiendo la pena detallarlos de manera explícita.

 

Para empezar, tenemos el aspecto puramente cronológico de los estadios de la vida. Igual que los números en la cara de un reloj que nos alertan al paso del tiempo, estos estadios nos ayudan a marcar, y por tanto a ser más conscientes, de lo que de otra manera podríamos no notar: nuestro propio y continuo envejecimiento. Y que hay diferentes maneras de medir el tiempo que van desde los nanosegundos a los milenios, hay también diferentes esquemas de la edad que dividen los estadios de nuestras vidas.Al menos desde que se inventaron los certificados de nacimiento, tendemos a medir nuestra edad todos los años, lo que también, técnicamente, es una manera de dividir la vida en estadios. Sin embargo, son muy pocos los cumpleaños que nos hacen sentir profundamente que estamos entrando en un nuevo estadio de la vida. Normalmente, cuando oímos las palabras 'estadio de la vida' pensamos en un estado de ser más significativo y largo que los últimos o próximos doce meses.




Aquí, por ejemplo, tenemos una ilustración del psalterio medieval De Lisle de Inglaterra que les enseña simultáneamente dos modelos de estadios de la vida. Ambos eran comúnmente aceptados en ese tiempo. Uno de los modelos que nos enseña es el de la llamada rueda de las edades. Como pueden ver, esta rueda parece casi como la cara de un reloj, con Jesucristo en el centro, excepto que solo tiene diez subdivisiones en vez de doce. El segundo modelo de estadios de la vida puede verse en las esquinas aquí. Este esquema de las cuatro edades también se puede encontrar en muchos libros de texto de medicina de la época, libros que surgían de la tradición médica arabo-islámica y que fueron muy utilizados en las universidades europeas. El esquema distingue entre la niñez (infantia), la virilidad joven (iuventus), la virilidad mayor (senectus), y la gran vejez o lo que entonces se llamaba la decrepitud (decrepitus). Si miran con atención, podrán leer estos términos de la edad en las banderas que están encima de las cuatro figuras.

 

Uno puede encontrar muchos más esquemas de la edad en la cultura europea de la Edad Media en adelante. El número de edades diferentes que aparece en cada esquema depende de muchos factores, por ejemplo el misticismo pitagórico, los esquemas de números bíblicos, las cuatro estaciones del año, la teoría de Galen sobre los humores corporales, la simetría, y más. El esquema más popular, sin embargo, que encontramos repetidamente en las artes visuales y en la literatura, es todavía más básico que las cuatro edades que acabo de mostrarles. Ya lo usaba el filósofo Aristóteles y consiste sencillamente en tres estadios de la vida: primero, la juventud, segundo, la edad adulta o la mediana edad, y tercero, la vejez. Aquí tenemos algunas representaciones por pintores célebres de los últimos quinientos años.




Artistas varios, representaciones de las tres edades del hombre, ca. 1500-1900

 

El mero número de estas obras maestras demuestra la popularidad perdurable de esta tríada de edades.Enfoquémonos brevemente en la obra del pintor renacentista Tiziano:


Tiziano Vecello di Gregorio (1477/1490-1576), Alegoría de las tres edades del hombre (1512-1514_

 

La niñez o la juventud está a la derecha, la edad adulta a la izquierda, y la vejez en la distancia entre ellas – parece que Tiziano quería que sus espectadores se sintieran jóvenes, con la vejez a una distancia segura. Como se darán cuenta, este esquema de las tres edades sigue vivo en la cultura moderna, aunque existen muchas alternativas que tomaría demasiado tiempo especificar aquí. Porque el esquema de las tres edades es tan familiar, y porque nuestro tiempo es limitado, hablaré sólo de él.

 

Hasta ahora, solo he llamado su atención a la función cronológica de los estadios de la vida.Pero hay aspectos más abarcadores de la edad. La biología tampoco se puede ignorar, al menos mientras las ciencias médicas no hayan podido parar el decaimiento gradual de nuestros cuerpos. Como demuestra la obra de Tiziano, el aspecto biológico de la edad se refleja en nuestra apariencia. A veces se puede difuminar las líneas – dependiendo del estilo de vida, de la genética, y, recientemente, de la cirujía estética, pero en general, la biología del envejecimiento impone límites duros incluso a nuestras interpretaciones más elásticas de la edad. No importa lo joven que un hombre animado de sesenta años se sienta, actúe e incluso parezca, su cuerpo no le permitirá, con toda probabilidad, correr un maratón en menos de dos horas, al menos no en el futuro previsible. Hay límites fisiológicos similares a actividades humanas más fundamentales como, por ejemplo, dar a luz. Lo mismo se puede decir de la cronología por cierto: algunas cosas en la vida sencillamente no se pueden apresurar. Por ejemplo, es raro en la historia del mundo encontrar a gente muy joven en posiciones a las que solo se puede acceder a través de una confianza o una lealtad gradualmente adquiridas.Y como el periodista Christopher Hitchens ingeniosamente observó: "No se pueden hacer viejos amigos".

 

Nuestras concepciones de las diferentes edades están por tanto constreñidas por límites biológicos y cronológicos.Sin embargo, como ya podemos ver en los esquemas de la edad que les he mostrado, dentro de esos límites hay un espacio considerable de variación, que nos lleva a la dimensión cultural de la edad. Las maneras particulares que tenemos de estructurar nuestras vidas en estadios distintos no son casi nunca puramente aleatorias, sino que sirven uno o más propósitos sociales.Estos propósitos derivan, reflejan,  y forman las maneras que tenemos de vivir juntos y organizar nuestras vidas. En otras palabras, es tan cultural como cronológico y biológico.

 

Incluso en aquellos casos en que el número de estadios permanece fijo en un esquema de edad cualquiera, los significados culturales a veces cambian como resultado del desarrollo cultural más amplio. En el resto de mi conferencia, voy a presentar tres ejemplos de este tipo de cambio, que pueden encontrarse en periodos muy diferentes de la historia europea.Estos son la primera modernidad, la edad romántica, y el periodo modernista a principios del siglo veinte.Hoy me concentraré en la emancipación cultural de la juventud y su triunfo eventual sobre los otros estadios de la vida. Como pasa con frecuencia en la historia, mis consideraciones no son ni la historia completa ni la única historia. Dada la carencia de fuentes sobre las mujeres en la primera modernidad, me enfoco más en la experiencia masculina del envejecimiento. Sin embargo, espero poder mostrarles las raíces de nuestras actitudes presentes hacia la edad.

 

Así, mi primer ejemplo de un cambio relacionado a la edad es lo que propongo llamar el reconocimiento de la juventud como un estadio de la vida autónomo. Yo localizaría este reconocimiento en la primera modernidad porque solo ahí encontramos evidencia textual de él. El cambio cultural en cuestión quizás ocurrió antes, pero lo hizo sin dejar rastro en el récord histórico – por lo menos a mi conocimiento. Cuando digo que la juventud fue reconocida como autónoma, no quiero decir solamente que era conceptualmente distinta de otros estadios de la vida. Como hemos visto, la juventud como estadio separado ya estaba establecido mucho antes. Quiero decir más bien que la gente empezó a ver la juventud de manera diferente, y, para ser más preciso, que empezaron a aceptarla por sí misma. Para hacer este punto más claro para ustedes, déjenme decir algo sobre el trasfondo de este cambio. Es decir, déjenme delinear la actitud estándar hacia la juventud durante la Edad Media.

 

Según los tratados contemporáneos de moralidad y educación, el consenso medieval sobre la juventud era directamente aristoteliano. Aristóteles, como algunos de ustedes sabrán, tendía a valorar el equilibrio en todas las cosas. Por eso, quizás no sea sorprendente que viera a los jóvenes como nobles, valientes, y llenos de nociones exaltadas, pero también muy propensos al exceso. Según el libro segundo de suRetórica, cito, "los jovenes exageran todo – aman demasiado, odian demasiado, y lo mismo con todo lo demás". En su Ética nicomaquea, el filósofo escribió incluso que, "los jóvenes están permanentemente en un estado que se parece a la intoxicación". Aristóteles claramente privilegiaba la edad mediana o adulta sobre la juventud – y también lo hacía la mayoría de la gente educada que lo veneraba durante la Edad Media. Para él, la madurez era el medio dorado entre los excesos de los jóvenes por un lado y los excesos de los viejos por el otro, a quienes veía en general como cínicos, sinvergüenzas, y carentes de vigor. Ante el trasfondo de este esquema de edad aristoteliano, la meta de los moralistas y educadores medievales era obvia. Veían como su misión frenar los excesos de la juventud a través del ejemplo, los preceptos religiosos, y la disciplina estricta, para desembriagar a los jóvenes lo más rápidamente posible y por estos medios elevarlos a una mediana edad responsable.

 

La visión medieval de la juventud como un estadio inferior de preparación a la edad adulta que no podía ser bastante corto también permaneció dominante entre los educadores de la primera modernidad. Pero para entonces había surgido una perspectiva alternativa.Más bien que en los tratados morales y religiosos, esta perspectiva podía encontrarse en los archivos de los tribunales penales.Estos contenían los discursos más o menos verbatim de los jóvenes delincuentes. Como el historiador Paul Griffiths ha demostrado, estos discursos revelaban un sistema de valores irreverente y centrado en el placer que se burlaba de la moralidad de la gente mayor. Este sistema muchas veces resultaba subversivo y enemigo de las jerarquías establecidas.Muchos de los excesos practicados y defendidos por los jóvenes delincuentes eran actividades físicas. Incluían comer y beber de manera inmoderada, montar a caballo de manera violenta y desesperada por las grandes avenidas, disparar a los perros transeúntes, arrojar nabos, pelear, arrojar bolas de nieve, bailar de manera ilícita y jugar juegos de pelota como el fútbol o el tenis.Ante el horror de los magistrados y profesores, esta cultura juvenil no oficial era frecuentemente alentada por ciertos tipos de adultos y a veces incluso por comunidades enteras, que se beneficiaban financieramente de estas payasadas o las disfrutaban por su valor de entretenimiento.

 

En el teatro de la primera modernidad, la fascinación popular con los excesos de la juventud es evidente en un gran número de obras basadas en la parábola del hijo pródigo. Desviándose algo de la historia bíblica, estas obras típicamente nos muestran al heredero mayor de la familia despilfarrando sus bienes en actividades frívolas antes de regresar a casa, arrepentido, y reconciliarse con su familia. A primera vista, dichas obras parecen bastante ortodoxas y en línea con el orden establecido. Sin embargo, el hecho de que las obras se enfocan en los excesos con salaz detalle y pasan rápidamente por encima de los remordimientos de los héroes y su redención final crea la impresión de mera palabrería. Además, como varios estudiosos han notado, las obras frecuentemente atribuyen un valor educacional a las locuras de los héroes que contrasta de manera extraña con su condena total.

 

A fines de ilustración, veamos lo que es probablemente el ejemplo más famoso de esos tiempos de la historia del hijo pródigo, es decir, la segunda tetralogía histórica de William Shakespeare. Sus últimas tres partes se concentran de manera predominante sobre el Príncipe Hal y su eventual subida al trono como el Rey Enrique Quinto. Entre la aparición de Hal en la corte y los argumentos que ahí entretiene con su padre, las primeras dos de estas obras siempre muestran al príncipe en la taberna, es decir, el notorio lugar de reunión de la juventud de la primera modernidad. Ahí se dedica precisamente al tipo de bromas y excesos derrochadores que ya he mencionado y que son vistos como característicamente juveniles por los contemporáneos de la primera modernidad. Escena tras escena nos muestra a Hal divirtiéndose con "los buenos chicos de Eastcheap"y con un "engañador de juventud" llamado Falstaff:



Artista desconocido, Falstaff. Fuente: misteria.net.


La extrema gordura de Falstaff, su buen humor, su energía carnavalesca, su ingenio, y su irreverencia lo han convertido en uno de los personajes más reconocibles y populares de Shakespeare a nivel mundial. Puede ser viejo en términos cronológicos y biológicos, pero actúa notablemente como un jovenzuelo y se identifica de manera repetida con la juventud en vez de con los adultos y la gente mayor.En otras palabras, es un Peter Pan de la primera modernidad, una persona que se niega rotundamente a crecer y que de esta manera confirma que la taberna representa la esfera cultural de la juventud.

 

El príncipe Hal, al contrario de Falstaff, finalmente se hace adulto y abandona la taberna de su juventud. Durante su coronación, les prohíbe incluso a Falstaff y a sus jóvenes compañeros presentarse, lo que deja a Falstaff muy angustiado y le causa morir de un corazón roto. Sin embargo, aunque el Rey Enrique nuevamente coronado ha superado los 'días disipados' de su juventud, no presenta su juventud como una mera aberración que mejor nunca hubiera pasado. Al contrario, la obra sugiere que sus locuras de taberna fueron indispensables para su carisma como gobernante y le permiten obtener la lealtad de muchos de sus sujetos. "Ahora toda la juventud de Inglaterra está en fuego", leemos en Enrique Quinto, cuando el rey comienza su campaña para conquistar a Francia.Y esto es en parte porque saben que él era uno de ellos. Déjenme mostrarles el discurso en el que Hal, nuevamente coronado, le anuncia al embajador francés su invasión inminente, pues ilustra mi argumento a nivel textual:


 


 (ver del minuto 9:54 al minuto 12:54)

 

Este discurso es una obra maestra de la retórica. El Rey Enrique defiende su juventud loca a base de presumir su enérgica, ingenio y obvia experiencia en el tenis y, a la vez, demuestra ser un adulto que ya no está jugueteando. Respondiendo al desprecio que el Delfín le muestra por causa de su juventud, comienza adoptando el papel del heredero de un reino que incluye Francia al igual que Inglaterra. De esta forma, presenta su reclamación del trono francés como algo natural: será solo realmente "como un rey", en vez de un príncipe joven, "cuando [se] eleve a [su] trono de Francia". Sin embargo, paradójicamente, el efecto intimidante de su discurso depende enteramente de que en este momento su juventud sea reconocida meramente como una postura. En lugar de recaer en la niñez, la adopta como una máscara en desacuerdo total con su estatus como rey adulto de Inglaterra. Su elaboración de la metáfora de la pelota de tenis refuta más bien que confirma la levedad que el Delfín le atribuye.Lejos de respaldar las implicaciones eufemísticas de las imágenes lúdicas que utiliza, Enrique describe en términos chocantes la realidad de la guerra a la que se refiere. De esta manera expone la artificialidad y la falta de propiedad del mensaje del Delfín a la vez que le da su propia vuelta amenazadora.

 

De la misma manera que las pelotas del Delfín se convierten en balas de cañón en el discurso de Enrique, su recipiente resulta ser un rey que podría fácilmente jugar juegos si quisiera, pero que ahora está ocupado con temas más serios. Sin embargo, tampoco rechaza sus "días disipados".Siglos más tarde, después de derrotar a Napoleón en mil ochocientos quince, el duque de Wellington dijo que "la batalla de Waterloo fue ganada en los campos de juego de Eton", el famoso colegio inglés. De manera similar, Shakespeare presenta los jóvenes juegos de taberna del Rey Enrique como un aspecto indispensable, en vez de incompatible, del carismático soberano y conquistador. Como podemos ver, la juventud pródiga y frívola del rey ya no se mide por los estándares de la edad adulta ni parece inevitablemente deficiente. Sus excesos y frivolidad son presentados como apropiados para el estadio de la vida en que los exhibió, y al menos hasta cierto punto como beneficiosos para su carácter. En este sentido, pues, la juventud se ha convertido en un estadio de vida autónomo con sus propias exigencias y autorizaciones morales. La sobriedad adulta puede todavía ser vista como la socialmente más beneficiosa en general, pero, en lo que respecta a los jóvenes y estrictamente en relación con ellos, la exuberancia característica de la juventud puede ser vista como menos un vicio que una virtud.

 

LA DESVALORIZACIÓN DE LA EDAD ADULTA DURANTE LA ÉPOCA ROMÁNTICA

 

Para el segundo cambio en nuestra conceptualización del esquema de las tres edades dejamos adelante a finales del siglo dieciocho y el periodo romántico. Estos tiempos fueron marcados por un descontento generalizado con la tradición, la costumbre, y el orden social y político establecido.Fueron epitomados por la Revolución francesa y presenciaron revalorizaciones profundas de casi todos los lugares comunes filosóficos sobre la humanidad y su lugar en el mundo. Una de estas revalorizaciones que tuvo un efecto profundo sobre nuestra tríada de edades surgió directamente del trabajo del pensador suizo Jean-Jacques Rousseau. 



Allam Ramsay (1713-1784), Jean-Jacques Rousseau (1766)

 

Su visión de la sociedad contemporánea – como correspondía a un ancestro de la Revolución francesa – era desde luego profundamente crítica. La sociedad, para Rousseau, es intrínsecamente corrompedora. A través de la dinámica del mercado de consumo, deforma los valores de la gente; a través de las costumbres cada vez más complejas de la interacción social, hace a las personas falsas y deshonestas.Rousseau por tanto no confía en la edad adulta ya que ahí la sociedad ya ha dejado su sello corrompedor sobre la gente. La infancia y la juventud, al contrario, son los estados en los que, a sus ojos, el hombre está más cerca de la naturaleza y de la gracia divina. En Emile, su influyente tratado sobre la educación, esboza un programa de estudios que retrasa el proceso de socialización durante el mayor tiempo posible. En lugar de apresurar al joven pupilo a llegar a la edad adulta en la línea de los educadores medievales, el profesor ideal de Rousseau mantiene a su pupilo alejado de los riesgos de la sociedad hasta que el auge de la sexualidad le obligue a socializarse a través del matrimonio.

 

Las ideas de Rousseau – que también popularizaron las reflexiones solitarias lejos de la ciudad y el poder reconstituyente de la naturaleza – influenciaron a los románticos europeos.Uno de los poetas pioneros del movimiento es William Wordsworth.



Richard Carruthers (1792-1876), William Wordsworth (1818)

 

Su visión de la edad adulta en relación con la juventud fue revolucionaria hasta un punto que es difícil para nosotros apreciar en un mundo en que esta visión se ha convertido en un lugar común. "El niño es el padre del hombre" es una de las frases más conocidas de Wordsworth y en ella él invierte la valorización tradicional de los diferentes estadios de la vida. Tradicionalmente, por supuesto, el hombre era el padre del niño y no lo contrario. Al invertir esta relación, Wordsworth, para empezar, dirige atención al hecho de que somos niños antes de ser adultos. Además, nuestra niñez forma nuestra vida como adultos y por tanto puede ser vista como un padre. De esta manera, anticipa la psicoanálisis freudiana, la cual, también, se enfoca en la niñez como el periodo psicológicamente formativo de nuestras vidas, del cual todo lo demás deriva. También, Wordsworth le dice a sus lectores que quiere que aprendan de manera activa de sus seres niños, de la misma manera que los niños aprenden de sus padres. Quiere que miren atrás y recuerden sus deleites naturales y estado de encanto con el mundo, y hacer de esas memorias de niñez la fundación y la luz de guía de sus vidas adultas.

 

En su 'Oda a la inmortalidad', Wordsworth se extiende sobre este sentimiento y revela un poco más de su metafísica rousseauiana del envejecimiento. Miren estos versos:

 

"¡en torno nuestro hay Cielo en nuestra Infancia!

Sombras de la prisión se empiezan a cerrar

sobre el Niño que crece,

pero él mira la luz y de dónde le afluye,

en su gozo lo ve,

el Joven, aunque a diario a de andar alejándose

del Este, es sacerdote de la Naturaleza

todavía, y su espléndida visión

le sigue, acompañando su camino;

al fin, el Hombre nota cómo muere

y se extingue en la luz del común día".

 

Aquí, Wordsworth se basa en el paralelo a menudo invocado entre nuestras etapas de la vida y los momentos del día. Afirma que crecer significa alejarse cada vez más de la luz divina de nuestra naturaleza. Como el sol, esta luz se levanta en el este y está todavía con nosotros en la mañana de nuestras vidas, permitiéndonos ver el mundo como milagroso y lleno de sentido. Para Wordsworth, hacerse mayor o moverse al oeste hacia la edad adulta y hacia el atardecer de nuestras vidas, supone entrar en una prisión, donde esta luz se convierte en "common" – un adjetivo que en inglés quiere decir vulgar y mundano al igual que "común" o convencional. De esta manera, la edad adulta claramente pierde su estatus como el estadio de la vida más prominente y deseable. Al nivel más fundamental de nuestra existencia, es subordinado a la niñez y la juventud.

 

Esta revalorización característicamente romántica del significado relativo de la niñez y la edad adulta ejerció una influencia cultural perdurable. No solo dio lugar a nuevas formas de literatura y arte que, hasta el presenta día, puso la niñez, y la nostalgia de la niñez, en el centro de la atención, sino que también influenció la educación de manera sin precedente y a veces radical.Sin embargo, en vez de tratar de rastrear estas influencias, déjenme continuar al último cambio cultural que quiero presentarles hoy.

 

LA DESAPARICIÓN DE LA EDAD ADULTA DURANTE EL PERIODO MODERNISTA

 

Hacia finales del siglo dieci-nueve, la revolución industrial que siguió a las convulsiones políticas del siglo dieci-ocho, llevó a una explosión de riqueza y avances tecnológicos a la que solo sobrepasa nuestra era digital. En una Europa que se industrializaba rápidamente, estos avances económicos y tecnológicos parecían seguirse el uno al otro a intervalos cada vez más pequeños. Fueron acompañados por cambios de paradigma religiosos, científicos, filosóficos y políticos, sin mencionar los conflictos armados. Esos cambios a su vez crearon un amplio sentido de desorientación e inestabilidad. Esto llevó a los pensadores contemporáneos como el sociólogo húngaro Karl Mannheim a pensar de manera nueva sobre, cito, "el paso acelerado del cambio social característico de nuestro tiempo".



Karl Mannheim ca. 1925

 

En su ensayo de 1923 sobre "El problema de las generaciones", Mannheim enfatiza la importancia, en la sociedad moderna, de lo que llamaba "contacto fresco". Por "contacto fresco" quiere decir, cito, "esas impresiones tan importantes", experiencias vividas durante la niñez y la juventud que preceden la formación de una "visión natural del mundo" y no están todavía limitadas por las preconcepciones osificadas. En esta visión, el "contacto fresco" con el mundo como los jóvenes lo experimentan es una fuente importante de originalidad creativa. El "contacto fresco" le permite a la sociedad responder a cualquier reto nuevo con soluciones igualmente nuevas. Pero leamos sus propias palabras en El problema de las generaciones (1923):

 

"La emergencia continua de nuevos seres humanos en nuestra sociedad funge como una compensación de la naturaleza restringida y particular de la conciencia individual. Ciertamente resulta de la pérdida de algunas posesiones culturales acumuladas: pero, por otro lado, ella sola hace una selección fresca posible cuando se hace necesaria; facilita la reevaluación de nuestro inventorio y nos enseña a la vez a olvidar lo que ya no sirve y a esforzarnos por lo que todavía ha de ser logrado".

 

Muchos artistas modernistas compartían el énfasis futurista de Mannheim sobre las perspectivas frescas y el olvido de las antiguas.Por ejemplo, el adolescente y prodigio literario Arthur Rimbaud insistía que "hay que ser absolutamente moderno". Ezra Pound, por su parte,inventó el famoso eslogan modernista "Hazlo nuevo!".Estos artistas también asociaban la ruptura radical con el pasado con la juventud que se rebela contra la tradición. Sin embargo, mientras Mannheim lo veía como algo que era exclusivo a aquellos que eran biológica y cronológicamente jóvenes, muchos modernistas tendían a comprender la juventud de manera más subjetiva como una actitud sin ningún límite fijo. Un buen ejemplo de esto es el épodo del notorio libro de Friedrich Nietzsche Más allá del bien y del mal.



Friedrich Nietzsche (1844-1900)

 

En este poema, intitulado "Desde altas montañas", el orador primero se sitúa en "el mediodía de la vida". Ahí lo visitan sus amigos, quienes acaban rechazándolo por haber cambiado a la persona que conocían. Esta es la reacción de Nietzsche:

 

"[…]

¿Se dan la vuelta? - Oh corazón, bastante has soportado,
Fuerte permaneció tu esperanza:
¡Mantén abiertas tus puertas para nuevos amigos!
¡Deja a los viejos! ¡Abandona el recuerdo!
Si en otro tiempo fuiste joven, ahora - ¡eres joven de un modo mejor!

[…]

¡Oh anhelo de juventud, que se malentendió a sí mismo!
Aquellos a quienes yo anhelaba,
A los que yo imaginaba afines a mí, cambiados como yo,
El hecho de hacerse viejos los ha alejado de mí:
Sólo quien se transforma permanece emparentado conmigo.

 

¡Oh mediodía de la vida! ¡Segunda juventud!

[…]"

 

Como podemos ver aquí, la edad adulta ha sido colonizada por la juventud en el caso de Nietzsche. En vez de crecer hasta una mediana edad estable, se ha reinventado a sí mismo hasta el punto de establecer una nueva identidad para sí mismo y de experimentar una segunda juventud después de la primera. Es esta celebración de maleabilidad personal y continua en unos tiempos de cambio cada vez más acelerado que marca la contribución modernista a nuestro pensamiento sobre la edad.Quizás, en su día, el autorejuvenecimiento de Nietzsche era todavía percibido como ampliamente metafórico, pero desde entonces su retórica ha sido cada vez más normalizada. A mediados del siglo veinte, el eminente psicólogo americano Thomas Szasz observa que, cito, "La edad adulta es el periodo cada vez más reducido entre la niñez y la vejez. Es la meta aparente de las sociedades modernas industrializadas el reducir este periodo a un mínimo". Y hoy, de manera aún más llamativa, el mero término "edad mediana" es utilizado por mucha gente como prácticamente sinónimo de "viejo". Esto reduce nuestro esquema de las tres edades al esquema binario de jóvenes y viejos. De esta forma, ambos estadios aparecen cada vez más como elecciones que pueden ser separadas de la biología y la cronología.

 

En estos días, incluso el concepto de vejez comienza a estar bajo presión: cuando le preguntaron a Pablo Picasso ochentónacerca de su creatividad y vida amorosa persistentes, ya pretendía confiadamente que, cito, "la juventud no tiene edad". Y solo el año pasado, en mi propio país de residencia, una persona cronológicamente mayor trató de anular las limitaciones cronológicas impuestas a la marcha de victoria cultural de la juventud. 





El hombre de sesenta y nueve años Emile Ratelband solicitó y demandó que su edad fuera legalmente reducida a cuarenta y nueve ya que se consideraba joven de cuerpo, mente, e intereses.El tribunal rechazó su demanda, y las intenciones de Ratelband quizás no eran serias, pero de todas formas su idea es indicadora de una tendencia.

 

Esto concluye mi corto estudio sobre los cambios históricos en el modelo de las tres edades que considero relevantes al estudio de la cultura europea.Lo que no pude investigar hoy, son los diversos agentes contraculturales y voces de resistencia a la expansión cultural de la juventud. El género de la novela realista, por ejemplo, es un candidato probable a mi modo de ver, y también lo son ciertos tipos de medios de autoayuda y los diferentes intentos artísticos y políticos de ver la edad de una manera diferente que simplemente los restos de la juventud. Pero quizás, estas contravoces ya se están expresando en el pensamiento de ustedes. De todos modos, espero que hayan encontrado al menos algunas de mis hipótesis estimulantes y que hayan disfrutado de pasar la última hora de sus vidas envejeciendo conmigo y todos nosotros en este venerable salón octagonal.

 

Muchas gracias por escuchar.

 

Traducido del inglés por Carolina Armenteros.